Está todo bien

Por Vanessa Farías Maya

No dejo de mirar aquella esquina del buró donde yace ese ajedrez, no es cualquier ajedrez, no está hecho de madera ni plástico, mucho menos mármol, es de fierro, opaco y todas sus piezas son híbridos de diferentes herramientas: tuercas, tornillos y arandelas. Está ahí al lado de los otros que he comprado a lo largo de mi vida, uno de Chiapas y otro de Cuba, pero ni aquel extranjero es tan valioso como mi ajedrez de tornillos.

He decidido bajarlo, tiene tiempo que no juego, antes lo hacia seguido con mi padre y mi hermano, audaces jugadores de ajedrez con los que pasaba horas en una partida. El tiempo no ha pasado por él e incluso pareciera que le da gusto que lo haya sacado de aquel viejo mueble en el que duerme desde hace mas de 10 años. Llegó a mi una tarde de 2005 de manos de una de las personas mas increíbles que conozco, mi tío.

Ya son casi 23 años de conocer a mi tío Carlos, recuerdo haber platicado poco con él cuando era una niña pero disfrutaba más observarlo hablar, tiene un tono muy peculiar que no he escuchado en ninguna otra boca así como sus gestos al expresarse de cualquier tema. Mi silencio era la mayor muestra de admiración que alguien de 7 años podría brindar, es por eso que me sentí la niña más afortunada cuando abrí aquella caja y descubrí el ajedrez que había hecho con sus manos, dejenme decirles que era conocido por saber pintar y por su habilidad con los números pero nunca vi nada como eso, hoy en día me sigue pareciendo imposible imitar tal obra. Observo sus piezas y muchos recuerdos revolotean en mi mente, las anécdotas de mi padre sobre mi tío en su juventud, aquella llamada cuando nos dijeron que estaba en el hospital y mi sentir en la sala de espera. Nunca dije nada, no pude decirle mi angustia a nadie, quizá sea la primera vez en tanto tiempo que lo menciono pero me nace decirlo ahora al observar los alfiles. Con el paso de los años mi tío me sigue dando lecciones, sobre el dolor, el apego y el soltar y yo no dejo de pensar que mis dolencias son apenas un rasguño a comparación de las suyas, las cuales lleva con sabiduría. A veces, cuando la vida me golpea y parece no haber solución, pensar en su fortaleza me hace levantarme, me reconforta. Ya no soy aquella niña callada, ahora, soy alguien que comprende que la vida se va en un abrir y cerrar de ojos y los años me han enseñado la lección más importante: “Di lo que sientes a aquellos que amas, hoy”.

Ahora que el nervio me gana y mientras las piezas siguen en la mesa he alcanzado a vislumbrar una película al fondo de mi videoteca: Están todos bien, de Giusseppe Tornattore. No es coincidencia que la haya visto de entre el montón, es probable que mi sentir me haya llamado hacia ella. Al mirarla de nuevo no puedo evitar derramar lágrimas. ¿Será la trama la que no me deja determe? Un viudo que visita a cada uno de sus hijos para darse cuenta que la vida ha pasado por ellos de forma fugaz que los ha llevado a tomar decisiones que no siempre son las mejores. Una historia llena de nostalgia y reflexión sobre los lazos familiares y las miles de vertientes que tiene preparada la vida para uno. Marcello Mastroianni se lleva la película en repetidas ocasiones, culminando en el ultimo minuto con una frase que lleva al filme de lo magnifico a lo excelso. Soy afortunada queridos lectores, de poder disfrutar cada detalle que mi tío me brinda, una mirada serena, un abrazo sincero, un consejo eterno. Dicen que la familia no se elige, pero si ese fuera el caso, lo elegiría una y otra vez, en esta y en las vidas siguientes. A unas horas de que entres a cirugía, con mi corazón en un hilo y aquel tablero de ajedrez puesto sobre mi mesa, solo tengo que decirte: está todo bien.

Feliz cumpleaños, te amo.

Vanessa 99% cine 1% agua.

PAGINA 100 GANADOR DEL PREMIO COLIBRI DORADO 2021

POPAYAN COLOMBIA

ARTICULO DE PAGINA 100

BY: Vanessa Farías Maya

ILLUSTRATION: Vanessa Farías Maya